Explorando las prácticas de vestir
¡Aquí vamos!
Como para muches, mis recuerdos relacionados a la ropa vienen de toda la vida. No sé si esto es algo que le pasa a más personas pero cuando yo recuerdo algún momento, situación o experiencia siempre me acuerdo también de lo que llevaba puesto y cómo eso me hacía sentir en ese momento. Si no llego a acordarme que estaba usando es como si el recuerdo no estuviera completo.
Algo que marcó mi adolescencia y que me hizo explorar mi propia forma de vestir fue que yo era la única de mis amigas con caderas grandes. Entonces, mientras todas podían intercambiar ropa, yo no podía hacerlo porque simplemente no me quedaban sus cosas. Aunque no fue fácil, ahora miro hacia atrás y me doy cuenta que precisamente eso me hizo encontrar qué era lo que funcionaba para mi cuerpo y para mi gusto sin seguir tendencias.
Al salir del colegio hubieron dos momentos que considero fueron el comienzo de la verdadera definición de mi propio estilo. El primero fue el entrar a una escuela de moda, donde todas estábamos pasando por el mismo proceso de exploración con la ropa. Fue ahí que empecé a probar y jugar con combinaciones que antes me daban un poco de miedo, por decirlo de alguna forma. Y el segundo fue mi mudanza a Nueva York, que fue lo que terminó de darme el valor de seguir probando nuevos estilos y cosas que alguna vez me habían dicho que no iban con mi tipo de cuerpo. Una de las cosas que adopté desde mis primeras semanas en esa ciudad fue el usar lápiz de labios rojo. Esto es algo gracioso porque mi mamá se pinta la boca (rojo, morado, cualquier tono fuerte) todos los días pero por alguna razón a mi me daba pánico. Pero a las dos semanas de haberme mudado fui a comprar uno a MAC y desde ahí no hubo vuelta atrás. Los que me conocen sabrán que es raro verme sin los labios rojos (aunque esto ha cambiado un poco a raíz de la pandemia y por el uso de las mascarillas).
En colores, el negro y los colores neutros han sido mis básicos desde que era adolescente y yo creo que puede ser porque Lima en invierno es una ciudad muy gris — incluso, para los que no saben, le decimos Lima la gris por esto mismo. Y en realidad a mi me cuesta mucho usar colores. Es algo que trato de hacer pero con lo que no me siento cómoda.
Cuando regresé a Lima de NYC seguí jugando con mi estilo y creo que desde ese momento, desde el 2014, se ha vuelto un poco más marcado. Me encantan las siluetas grandes y muy sueltas, algo que siempre me dijeron que no iba para alguien caderona y no muy alta como yo. Y algo que me parece muy curioso es que, cuando alguien con estatura o cuerpo similar al mío me ven usando siluetas sueltas o grandes siempre me dicen que les gustaría usarlas pero que no les quedan bien. Y la verdad es que a mí siempre me dijeron eso, pero creo que me siento tan cómoda usándolas que eso se refleja porque lo que más detesto es sentirme atrapada por mi propia ropa. Por ejemplo, descubrí hace unos años que odio usar jeans por eso mismo. Y es gracioso porque, en el caso de mi mamá, para ella los jeans son lo más cómodo que existe, pero para mí es un sufrimiento usarlos.
Esa búsqueda de comodidad con un estilo propio lo he seguido definiendo con el paso de los años. Mis casi tres años en París me han seguido enseñando que, si uno no está cómodo con lo que tiene puesto, eso se nota. Acá he dejado de usar tacos por todo lo que camino y la verdad, creo que me siento más yo que nunca. Antes, no se me hubiera ocurrido ponerme un vestido con zapatillas, pero ahora es algo que me acomoda tanto que se ha vuelto parte de mi día a día. Y algo que he notado que ha cambiado con la pandemia es mi uso de joyas. He tenido etapas de usar full aretes grandes, o collares enormes y, justo antes de la pandemia, estaba pasando por una etapa de usar muchos anillos, pero ahora uso solo lo mínimo indispensable y mi búsqueda de comodidad en el vestir ha, incluso, aumentado. No tengo ni idea cuándo fue la última vez que usé jeans.